20.2.09

Estela - Zenet

19.2.09

Mi vida mañana

Me levanto temprano, con prisas, entre la cocina y el baño sobrevuelan aún los reflejos de un sueño que descubro extraño una vez más, y re-comienzo a re-pensar qué puedo hacer para mejorar mi vida. Busco la clave, el secreto. Me pregunto qué es la suerte.

El Metro llega amenazante, ruidoso. lleno de gente seria y callada. Me pregunto qué se preguntan, si se preguntan, si creen en la suerte, si se merecen sentarse en el Metro a esas horas, cuando el día aún no lo es. Me inquieto porque va lento. Próxima estación: pérdida de tiempo.

A la salida del Metro el paisaje ha cambiado, la ciudad ha despertado e intenta levantarse apoyada en ordenadores portátiles, maletines, teléfonos móviles, periódicos, coches, motos, autobuses. HUMO.

Torres de cemento y cristal censuran el horizonte y toda perspectiva de libertad. El aviso de invidentes del semáforo en verde sustituye al canto de los pájaros y las rayas blancas del suelo se convierten en un permiso, en lugar de una posibilidad.

Llego al trabajo. Jose, el guardia brasileño de la obra de en frente, me saluda amistosamente. Me complazco en pensar que aún queda gente como él, simple y amable, a pesar de sus dos trabajos y la lejanía de la bossa nova.

Ficho. Empieza la cuenta de las horas que me quedan para resucitar. Lo que sigue es una sucesión de lo mismo que ayer y mañana, la creatividad limitada a la orden, la información y la verdad cuestan dinero.

Hay siete teléfonos sonando y veinte personas hablando de cosas que no me importan y tengo que escuchar. Hay momentos en los que hace frío y otros en los que hace calor, pero mi rincón siempre es igual. Por la izquierda entra el sol al tiempo que yo, por la derecha, cinco mesas más allá, se va cuando yo todavía sigo contando minutos, inútiles, infructuosos, pesados, lentos, viciosos.

Salgo a la calle y el paisaje de oficinistas trajeados se ha adornado con escolares que salen ahora del colegio y quieren jugar y gente de todo tipo que llena la administración de loterías porque también ellos quieren jugar.

Otra vez el Metro, más ruidoso todavía, que entremezcla ahora todo: el día de compras, la vuelta, la ida o la búsqueda de trabajo, los turistas, los pobres, los casi-ricos, olores de todo tipo, conversaciones aburridas, libros interesantes, ganas de hacer o de no hacer.

Como en una burbuja observo todo y sigo pensado qué puedo hacer para mejorar mi vida, dónde están mi tiempo y mi dinero, ¿existirá la suerte?

Llego a casa, cocino, me ducho, quiero ser, pero no me queda ilusión. Enciendo la tele. Es todavía más ruidosa que el camión de la basura que no legaré a oir esta noche de satélites estrellados.

17.2.09

fiebre


te veo pequeña en la puerta; la distancia q nos separa debe de ser de un metro y medio aprox
y tengo la percepción de que estás lejana; tu voz y tu cuerpo los percibo distorsionados
y sin embargo insisto en levantarme, cambiarme y salir
gracias por hacerme un placaje a tiempo; sino seguiría ahora mismo delirando.